REFLEXIONES EN LA MADRUGADA

Agustín Artiles Grijalba -Champi-

Son las cuatro de la madrugada y no consigo dormir. En mi interior anidan multitud de recuerdos y lo que realmente apacigua esa nostalgia  es sentarme solo y tranquilo a escribir. Me pregunto si ser entrenador  me ha valido la pena, si soy de algún sitio, de ninguno o de todos, o simplemente estoy aquí de prestado. Si 38 años al borde una piscina, viajando de un sitio a otro me ha servido de algo y si me servirán las experiencias que  están aún por llegar. Lo único que se me ocurre para satisfacer mi curiosidad es echar un vistazo al pasado, en busca de algunas respuestas que amortigüen mi desvelo y me ayuden a construir el futuro

Yo tenía tan solo 11 años y aquel tipo con bigote de la televisión no paraba de batir records y ganar medallas. Aquellas imágenes de Múnich 72 eran en blanco y negro, pero yo alucinaba en colores

Mark Spitz fue mi gran ídolo de juventud, quería ser como él, pero sin mostacho. Por desgracia para mí enseguida me di cuenta que en el mejor de los casos y como nadador llegaría a ser con un poco de suerte el mejor de mi casa. Eso sí, mientras me lo currara de verdad. A pesar de ello no me amilané, insistí y resistí el envite (bien saben mis entrenadores cuanto) pero nada, ni así no hubo manera. Lo mío como nadador nunca fue ganar medallas.

Siempre he sido muy pesado, me compré un libro, “La natación, ciencia y técnica para la preparación de campeones” de James E. Cousilman, preparador del nadador americano y de otros muchos atletas de éxito, que lo petaban por entonces, un ejemplar al que tengo especial cariño y que he leído y releído mil veces, con el firme propósito  de que se me pegaran algunos de sus valiosos conocimientos.

Eso era lo que deseaba de verdad para mi futuro, ser entrenador y como era consciente de que mis antecedentes deportivos no eran muy halagüeños, quería estar preparado para cuando llegara la ocasión y no desperdiciarla. Una oportunidad única, que se presentó de repente, sin preaviso y por casualidades del destino en el club que me vio crecer, el Parque Móvil de Madrid. Eran principios de los 80 y mis sueños deportivos empezaban a ver la luz.

De repente, era el preparador de un grupo de pequeños titanes, respetuosos y agradecidos, carentes de malicia y bendecidos de alma y recursos, que mientras estuve con ellos enamoraron de emociones mis sueños y que siempre me hicieron creer y sentir que mi trabajo y compromiso con ellos era una pequeña obra de arte.

Al final,  tal vez como técnico tendría esa oportunidad que tanto deseaba.

Ha llovido mucho desde entonces y lo demás forma parte esencial de mis recuerdos. Casi 4 décadas al borde de una piscina dan para mucho, aunque a menudo tenga la sensación de que no han sido suficiente y que lo mejor esté aún por llegar.

Durante este tiempo he tenido la ventura de conocer y compartir las ilusiones de multitud de nadadores,  la suerte de mantener actualmente el contacto activo y el afecto incondicional de muchos de ellos y la posibilidad de comprobar en primera persona su generosidad infinita.

Es lo que yo denomino momentos fortuna, instantes de riqueza personal y auténtico patrimonio, en los que la generosidad, lealtad y cariño sobrepasan con creces cualquier expectativa y me hacen pensar que probablemente tan mal no lo haya hecho.

Una cosa sí tengo clara, SOY ENTRENADOR, es lo que mejor sé hacer y lo que más me gusta. La preparación, el progreso y los éxitos deportivos de mis chic@s son fundamentales para mí,  pero su felicidad y bienestar son prioritarios, mucho más que cualquier medalla, victoria o plusmarca.

Soy de todos ellos, de quién me quiera y valore mi trabajo de verdad, incluso de los que no lo hagan, por muy extrañas y remilgadas que pudieran resultar mis palabras y tan ridículas que pudiesen parecer, especialmente en los tiempos que corren.

Jamás me importó decir lo que  pienso, empezar desde abajo y nadar a menudo en el fango, o expresar mis sentimientos, aunque estos me dejen al descubierto 

Me he acostumbrado y he aprendido tanto de ello que cuando empiezo una nueva temporada me siento más seguro, ilusionado y con la fuerza del novato que hay dentro de mí,  al  que la vida sonríe y le concede de nuevo 38 años después, su primera y gran oportunidad, de las muchas que espero me queden.

Al menos hoy sé  quién soy, seguiré haciendo lo que siempre soñé, sin tener que dejar de creer.

 

Imágen

Foto 1: https://archivo.crhoy.com/mark-spitz-el-primer-monstruo-de-la-natacion-olimpica/deportes/

Foto 2: Grupo de nadadores del Parque Móvil de Madrid, principios de los 80

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