Agustín Artiles Grijalba –Champi-
El momento que siempre soñaste ha llegado, eres el nuevo entrenador de un club de tu ciudad y tienes a tu cargo un nutrido grupo de nadadores jóvenes que colman tus expectativas. Posees un montón de ideas para llevarlas a cabo y estás deseando comenzar la preparación y así demostrar tu valía.
Pasan los meses, se suceden las competiciones y aparecen las primeras victorias. Tan solo has obtenido unos resultados positivos y ya te crees el Rey del Mambo. Presumes de las marcas de los chicos/as a tu cargo, criticas la labor de otros técnicos públicamente y de paso haces promesas a los nadadores imposibles de cumplir, errores que cometes sin rubor y sin tener realmente en cuenta los riesgos evidentes que conlleva tu actitud..
Buscas el elogio fácil y no dudas en acercarte a sus padres, lavarles los oídos y decirle lo que quieren oír. Alabas las cualidades de su hijo, simplemente por presumir e ir de sobrado, por una necesidad de reconocimiento encubierto, por simple peloteo, para conseguir su afecto, o sencillamente porque eres un poco trepa.
Al principio elogian tu trabajo, te creen porque no te conocen de verdad, pero con el tiempo no cuela y se dan cuenta de cómo eres. Lo malo es que cuando lo hacen, casi siempre es demasiado tarde.
Cuando uno se piensa que lo sabe todo y que está en posesión de la verdad, al final fracasará y lo que es más grave, cuando esas expectativas tan grandes no se cumplen provocaran pena y desolación en los deportistas, que ven como sus proyectos de campeón pasan irremediablemente a mejor vida, originando consecuencias negativas. Algunas de ellas las enumero a continuación:
1
Falta de confianza en la preparación
El entrenador deja de ser su héroe, la confianza en él disminuye y las promesas de campeón ya no generan el mismo efecto.
2
Ansiedad y presión antes del evento
Al nadador se le han generado unas esperanzas muy elevadas, que si no se cumplen, provocan presión, nerviosismo y ansiedad e impaciencia por al volver a competir. Tal estado le puede provocar incluso alteraciones adversas en su organismo, que le debilitan y le impiden rendir al nivel deseado.
3
Decepción, desolación y angustia ante la competición.
El resultado no ha sido el esperado y el mundo se le viene encima. Los pensamientos negativos acuden a su mente y ya le puedes decir al nadador lo que quieras que no se creerá capaz de alcanzar sus metas. La tristeza se apodera de él, es más vulnerable y no se atreverá a competir por miedo a fallar de nuevo, o buscará excusas sin fundamento
4
Presión familiar
Las esperanzas de algunos familiares se han hecho añicos y de repente la natación pasa a un segundo plano. No ven claro el futuro, ni tienen la tranquilidad necesaria para esperar. Consideran que su hijo está perdiendo el tiempo y la mejor decisión que pueden tomar para todos es que abandone y se dedique a sus estudios, que en la natación no tiene futuro.
5
Debilidad, inseguridad y pérdida de autoestima
El nadador se encuentra flojo, se ve sin energía y su seguridad ya no es la misma. El palo ha sido muy fuerte y ya no se ve con fuerzas para mejorar. Lo único que hace es sobrevivir al desánimo.
6
Falta de interés, apatía y abandono prematuro
Ya no le apetece ni siquiera ir a la piscina, las marcas ya no son las de antes. Iba para campeón de España y ahora ni tan siquiera puede cumplir objetivos mucho más básicos y para no hacer nada lo mejor es retirarse y dedicarse a otra actividad.
HEMOS PERDIDO UN NADADOR
No nos engañemos, el ejemplo expuesto no es tan solo exclusivo de los entrenadores que empiezan. La inmensa mayoría de nosotros los técnicos, familiares y del entorno deportivo hemos pecado en ocasiones de optimistas, por los motivos anteriormente citados, o simplemente por la ilusión que nos producía tener a nuestro cargo un campeón en potencia
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