Agustín Artiles Grijalba -Champi_
Ser entrenador de natación en nuestro país se convierte en ocasiones en una aventura repleta de inestabilidad e incertidumbre. Sería bueno comprender que ejercer nuestra labor técnica no consiste tan solo llevar un crono al cuello colgado como algunos consideran, ni implica necesariamente proferir constantemente gritos de ánimo a los nadadores con el fin de obtener una medalla o lograr un registro importante, entre otras múltiples razones. Es sin duda algo más que todo eso.
El entrenador es por lo general un profesional que se prepara concienzudamente para lograr el mejor rendimiento de sus atletas, que desea ante todo ganar y que aspira a tener éxito como el resto de las personas, que siente y padece similares sensaciones que cualquier profesional de otra actividad cuando las cosas vienen mal dadas.
En los momentos de frustración nos convertimos a menudo en el origen de todos los males, los causantes de todas las desdichas y el muro infranqueable en donde depositar toda la ira, lamentos y desilusiones, sentimientos que no tienen el mismo valor al cabo de unos días o semanas, cuando por diferentes circunstancias se obtiene un resultado que parecía inalcanzable y que nadie esperaba.
Entonces el decorado es otro, el técnico que hace unos días era un inepto e inútil volverá de repente a ser ensalzado como si un Dios se tratase y los abucheos y las palabras malsonantes viajarán de escenario y protagonista.
Por todo ello y otros muchos motivos,
“Si eres un entrenador de natación respetado y valorado, con contrato y bien pagado, siéntete también afortunado
Imágen