Agustín Artiles Grijalba -Champi-
Llevas varios días dándole vueltas al relevo, sabes quiénes serán los componentes del mismo, pero no tienes claro el orden. Si te interesará salir como de costumbre, con una estructura conservadora y que tan buenos resultados te han dado en anteriores competiciones, o sin embargo en esta ocasión, es preferible arriesgar y dejar a tu nadador, a priori más lento, en última posta para así intentar sorprender a tus rivales y mantener una presunta ventaja.
Te armas de valor y te decides por esta última opción, a pesar del enorme riesgo que conlleva y de los continuos comentarios de parte de tu entorno que opinan que deberías hacer lo contrario. La prueba transcurre como tenías previsto y llegáis a la última posta en cabeza, pero con una ventaja que no está clara si será suficiente para tocar en primer lugar la placa de llegada.
El último relevista realiza un excelente registro, pero a pesar de ello no consigue mantener por escasas décimas la primera plaza y os tendréis que conformar con un brillante segundo puesto y una mejor marca personal del conjunto, que satisface tus objetivos, pero que de alguna manera te lleva a pensar si hiciste lo que correcto y no paras de darle vuelta a la cabeza, si otra decisión no hubiera sido más acertada
Para colmo, te viene alguien de tu alrededor y te suelta la frase que tanto deseaba decir y tú tanto odias
LO VES, YA TE LO DIJE…
Una decisión técnica equivocada en la elección de los componentes de un relevo, un detalle impreciso que puede afectar negativamente a la planificación deportiva, una charla innecesaria, previa a la competición, o por el contrario una resolución eficiente que influye positívamente en los resultados del deportista, son tan solo algunos ejemplos de aquellas atribuciones que nos corresponden a los entrenadores en nuestra actividad cotidiana, pero que en determinadas circunstancias se convierten en el caldo de cultivo de sabios comentarios de algunos entendidos que nos rodean
Con qué facilidad escuchamos en nuestras profesiones un “ya te lo dije” cuando todo parece salir mal y que sencillo es comprobar como en determinadas ocasiones hay alguien cerca de nosotros dispuesto a recordarnos que ellos son los más avispados y los primeros en advertirnos de los malos presagios.
Lo más curioso es que suelen ser los mismos que se cuelgan las medallas que no les corresponde cuando todo transcurre por buen camino y se atreven también a juzgar y censurar sin piedad nuestro trabajo y el de otros compañeros, como si les fuera la vida en ello.
Son verdaderos especialistas en desmerecer sin pudor los éxitos que obtenemos, en distorsionar la realidad y desproteger la fiabilidad e imagen de los auténticos profesionales con sus dañinos e incisivos comentarios y capaces de poner en entredicho nuestra manera de trabajar y alcanzar los objetivos.
El texto es tan solo una reflexión por escrito que afecta a cualquier técnico deportivo, u a otro de cualquier actividad laboral. Nosotros no somos muy diferentes a otros profesionales, nos molesta que desacrediten con infundios nuestra labor, a veces sin justificación alguna. Nos desagrada también que infravaloren nuestro trabajo, con la inevitable repercusión negativa que supone y que afecta en muchos casos a nuestra estabilidad personal, laboral y familiar y nos parece que los consejos técnicos de aquellos que no viven el día a día de la preparación del deportista y desconocen de primera mano sus ilusiones y desencantos, no contribuyen a mejorar el rendimiento, cuando esas asignaciones deben correspondernos solo a los verdaderos especialistas.
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