Agustín Artiles Grijalba -Champi-
Un joven nadador está exultante de alegría, ha logrado sus primeras tres mínimas en tan solo un fin de semana, competirá en los próximos nacionales de su categoría y lo hará a lo grande. Su entrenador le dedica todo tipo de elogios, se marcha encantado y se aproxima a las gradas. Allí recibe la felicitación efusiva de compañeros y seguidores del club, que le agasajan y le obsequian con toda clase de piropos y alabanzas.
¡Eres un crack, te los has comido a todos, se van a enterar tus rivales en los de España!
Se abraza a sus padres y les comenta, Papá, mamá, mi entrenador me ha dicho que si sigo así dentro de un mes ganaré los campeonatos de España y me llevarán a la selección. El padre, visiblemente emocionado se acerca al preparador y le pregunta cómo ha visto a su hijo. El técnico, joven e inexperto saca pecho y confirma las palabras del muchacho. Es más, le asegura que de seguir así en la próxima temporada hará también la marca mínima para el Europeo Júnior
El día del evento ha llegado. El chico espera impaciente la señal de salida, los nervios le juegan una mala pasada, se cae precipitadamente al agua y es descalificado. Desolado, escucha los consejos de su entrenador, que visiblemente preocupado y sin mucha convicción intenta como puede salir del paso.
Venga, tranquilo, no pasa nada, la próxima carrera saldrá mejor.
La segunda prueba ha finalizado y su registro está alejado de sus expectativas. La cara del nadador es un poema. El técnico no sabe donde meterse y sus explicaciones suenan a disculpas, vacías y absurdas. El deportista, desanimado y hundido decide que no hará más el ridículo y finge una lesión para no nadar el último día.
El sueño ha volado.