Agustín Artiles Grijalba -Champi-
Son las 4.30 de la madrugada de un día cualquiera de invierno. Hace frío, aún no han puesto las calles y ya tengo que levantarme. Mi madre no para de meterme prisa,
¡Espabila dormilón, que llegaremos tarde!
El caso es que no le falta razón, vivimos muy alejados de la piscina y si me descuido un poco, empezaré tarde el entreno. Aprovecharé el trayecto para comer algo en el coche y de paso echaré una cabezadita.
Mis amigos no lo entienden y me dicen que estoy loco.
¡Con lo bien que se está en la cama y tú levantándote a esas horas!
Alguna vez me he preguntado si no tendrán razón, si tanto sacrificio valdrá la pena y lo extraño es que siempre obtengo la misma respuesta. Me gusta nadar, no me importa ponerme en marcha tan temprano y ni siquiera que las calles estén desiertas a esas horas. Tampoco me preocupa que tardemos cuarenta minutos en llegar a la piscina.
«lo que haga falta para hacer realidad mis sueños».
Lo sé, soy un bicho raro y mi padre me lo recuerda de vez en cuando.
¡Tenías que haber sido futbolista!
Ya en la piscina, estiramos un poco y rápidamente al agua. Toca entrenamiento aeróbico y tenemos tan solo 90 minutos para realizar cinco mil metros de repeticiones largas. El entrenador no tiene sentimientos y lo peor de todo es que mi madre tendrá que esperar dentro del coche a que termine la sesión para llevarme al instituto. Menos mal que se preocupa por mí y me apoya.
«Si no fuera por ella, no podría entrenar y entonces nada sería posible».
¡Es la mejor!
Sería adecuado pararse alguna vez a pensar la labor desinteresada y a veces poco apreciada que realizan algunas madres y padres, tener en cuenta el enorme sacrificio que supone para una familia tener un hijo nadador, valorar como merece el esfuerzo que realizan y darnos cuenta de que ellos son generalmente el escudo donde se cobijan los chicos cuando tienen una mala actuación y los que sufren los platos rotos ante una inesperada derrota.
Imagino que cada uno tendrá tendrá una opinión válida al respecto, pero personalmente yo quiero mostrar mi afecto y consideración a todas aquellos progenitores que hacen mi trabajo más fácil, que cooperan y contribuyen a diario con su inestimable aportación a que la que la preparación de sus hijos y las de sus compañeros de entrenamientos sea más asequible y eficiente, los mismos que estiman y respetan como merece la labor de los entrenadores y participan con su entrega y generosidad al bienestar de los muchachos/as.
¡Con vuestra ayuda todo es más fácil!
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