Agustín Artiles Grijalba -Champi-
Eres el único entrenador de tu club y te las ves y te las deseas para sacar tus objetivos adelante. Después de una temporada repleta de competiciones en las que apenas has podido disfrutar de un fin de semana libre de descanso, afrontas el periodo principal de competiciones. En las próximas semanas tendréis que participar en los campeonatos regionales y nacionales en sus diferentes categorías y ya eres consciente de la que se avecina.
No solo tendrás que viajar a todas las competiciones, sino que tendrás que hacerlo cada semana en jornadas maratonianas y por si fuera poco desconoces aún como podrán entrenar los que se quedan en casa, si habrá alguien que te pueda echar una mano y si quien lo haga tendrá las ganas, los conocimientos y la motivación suficientes para realizar esa labor como realmente merece y esperas, lo que te genera una preocupación extra importante.
Eres responsable y apasionado/a, te gusta tener la programación deportiva de tus nadadores controlada, sabes que cualquier imprevisto puede echar por tierra el trabajo de la temporada y no estás dispuesto a dejar nada al azar. Estás realmente estresado y alguien de tu entorno deportivo, lanza esa frase que en ocasiones sobrevuela nuestro entorno profesional, que de alguna manera desmerece nuestra labor y que en mi opinión no hace justicia ni empatiza realmente con nosotros cuando vamos de campeonatos.
“No te quejarás, haces lo que más te gusta, te llevamos a un hotel de lujo con los gastos pagados y encima con playa”
¡Menudas vacaciones!
Sería bueno comprender que los técnicos no estamos de vacaciones, aunque el lugar asignado sea goloso, e incluso el alojamiento contratado se pudiera tratar de un estupendo hotel de 4-5 estrellas con toda clase de comodidades. Estamos allí para trabajar durante multitud de horas y jornadas y deseamos como cualquier profesional que se precie llevar a buen puerto la preparación de los deportistas a nuestro cargo y tener éxito.
Es cierto que estos cometidos van implícitos en nuestros contratos (quien lo tenga) y también lo es que convivimos además con intensidad las ilusiones e inquietudes de los nadadores durante el evento. En determinadas ocasiones cuando terminan las pruebas y los resultados no fueron los esperados nos llevamos las decepciones a nuestra “confortable” habitación, le damos vueltas sin parar a nuestros posibles errores y somos incapaces de desconectar y dejar descansar nuestras decepciones.
¿Cómo se cuantifica esta labor?
- Los entrenadores por lo general somos profesionales entusiastas, que en la mayoría de los casos estamos al borde de la piscina porque nos apasiona nuestra actividad y nos gustaría ser reconocidos como tales.
- Ejercemos de entrenadores, planificamos con detalle la preparación de los chicos/as y en muchos casos actuamos como confidentes y educadores.
- Nos preocupamos por su bienestar y nos ponemos al día de los nuevos sistemas de entrenamiento con tal de mejorar su rendimiento y la mayoría de los fines de semana carecemos de tiempo libre, debido a las numerosas competiciones, lo que en determinadas circunstancias nos impide disfrutar con la familia nuestros ratos de ocio y lo hacemos en numerosos casos con unos sueldos irrisorios.
Afortunadamente no siempre es así. Es verdad que hacemos lo que nos gusta, que compartimos nuestra faceta profesional con deportistas que enriquecen nuestra labor y la mayoría de las veces nos encontramos con gente que estima nuestro trabajo, que valora como merece el esfuerzo y la pasión que nos caracteriza y a la que agradecemos su confianza.
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