Agustín Artiles Grijalba – Champi-
Recientemente publiqué un texto en el que enumeraba algunas de las razones que a los nadadores les molestaba. En esta ocasión, el artículo se refiere a aquellas situaciones que de alguna manera nos incomodan a los técnicos.
Los motivos que expongo pueden no ser compartidos por algún técnico, expresan mi opinión personal, creo que reflejan la relidad y me atrevo a decir que son compartidos por muchos compañeros.
Sería conveniente discernir y examinar las competencias y facultades que un entrenador de natación ejerce habitualmente en su trabajo y quizá nos sorprendería. Liderazgo y conocimientos propios de la actividad, la paciencia y seguridad para llevar a un buen puerto sus objetivos, la habilidad para dirigir a su pupilos al triunfo con vocación educadora, psicológica y de formación, además de su destreza para concebir ilusión, son tan solo algunos ejemplos de las numerosas atribuciones que se le presuponen a un técnico de natación cualificado.
A pesar de todas esos cometidos, la realidad nos indica que los técnicos deportivos no gozamos en general del prestigio que en mi opinión merecen tantas funciones.
Nos consideramos profesionales cualificados y capacitados para ejercer nuestra labor dignamente, nos desilusiona que nuestro crédito profesional sea reducido y nos incomodan algunas razones que a continuación se mencionan:
- Que infravaloren nuestro trabajo, que no esté bien visto y parezca que cualquiera lo puede realizar.
- A veces no nos importa comentar detalles de la preparación de nuestros nadadores con aficionados y directivos, pero no significa que estemos obligados a compartirlos. Nos parece que los consejos técnicos de aquellos que no viven el día a día de la preparación del deportista y desconocen de primera mano las ilusiones y los desencantos del nadador, no contribuyen a mejorar el rendimiento y esas atribuciones deben correspondernos solo a nosotros.
- Somos profesionales entusiastas, que en la mayoría de los casos estamos al borde de la piscina porque nos apasiona nuestra actividad y nos gustaría ser reconocidos como tales.
- Salvo excepciones, tenemos unos sueldos irrisorios para la responsabilidad que se nos presupone. Ejercemos de entrenadores, planificamos con detalle la preparación de los chicos, en muchos casos actuamos como confidentes y educadores, nos preocupamos por su bienestar y nos ponemos al día de los nuevos sistemas de entrenamiento, con tal de mejorar su rendimiento.
- la mayoría de los fines de semana carecemos de tiempo libre, debido a las numerosas competiciones, lo que en determinadas ocasiones nos impide disfrutar con la familia nuestros ratos de ocio.
- Si queremos vivir de nuestra profesión, estar mejor valorados y que nuestro trabajo sea más reconocido tenemos que pensar a veces en buscarnos las lentejas fuera de nuestro país.
- No desconectamos, nos llevamos los problemas a casa, le damos vueltas continuamente a nuestros errores y sin darnos cuenta les hacemos partícipes de ellos a nuestros familiares, que tienen que aguantarnos y soportar a menudo nuestra mala uva.
- Nos gustaría que los puestos de trabajo más importantes vayan en consonancia con los méritos profesionales de cada uno y que las razones económicas a la hora de elegir técnico, no influyan de manera tan poderosa.
- Nos entristece que seamos el blanco de todas las iras cuando las cosas vienen mal dadas.
- Reprobamos por lo general los celos y las malas artes profesionales entre colegas de actividad.
- Nos molesta la facilidad con que se desacredita a veces nuestra labor, a menudo sin justificación alguna, con la inevitable repercusión negativa para nuestro trabajo y que afecta en muchos casos a nuestra estabilidad personal, laboral y familiar.
- Nos fastidia que ciertos periodistas que informan sobre nuestro deporte no posean la aptitud y los conocimientos precisos para ejercer la tarea, que deshonren con sus comentarios el buen hacer de sus compañeros de profesión y de paso desprestigien a menudo la actuación de los atletas cuando los resultados no acompañan, sin conocer en profundidad las razones.
En definitiva, pienso que nuestro cometido está poco reconocido, laboral, social y económicamente, como muchos otros. En mi opinión nosotros tenemos también parte de culpa con nuestra actitud, ya que en determinadas circunstancias nos atrevemos a lanzar piedras sobre nuestro propio tejado, desacreditamos la labor de nuestros compañeros, por celos o envidias sin darnos cuenta realmente del daño que hacemos con ello al deporte y a nuestra credibilidad.
Afortunadamente no siempre es así, habitualmente nos sentimos dichosos, hacemos lo que sabemos y nos gusta, compartimos nuestra faceta profesional con deportistas que enriquecen nuestra labor y a menudo nos encontramos con gente que estima nuestro trabajo, que valora como merece el esfuerzo y la pasión que nos caracteriza y a la que debemos agradecer su confianza..