Agustín Artiles Grijalba -Champi-
Lo reconozco, Soy un nadador del montón, que en los días previos a la competición me pongo muy nervioso, me cuesta conciliar el sueño y los pensamientos negativos acuden rápidos a mi mente.
Sin embargo ese día era distinto y cuando acudí a piscina, pensé.
He entrenado duro, estoy preparado y he llegado hasta aquí porque me encanta ser nadador y disfruto con lo que hago. Es mi momento y quiero vivirlo.
Lo único que quería era disfrutar, hacerlo bien y conseguir sumar puntos para ayudar al equipo a ganar la clasificación por escuadras. Fui a un rincón de la piscina después del calentamiento, me puse los cascos y me relajé escuchando mi música preferida y curiosamente funcionó. Me desentendí del ambiente en las gradas, de mis compañeros y de mis rivales, e incluso de la prueba que iba a nadar a continuación.
Cuando llegó el momento de nadar, empecé a hacerlo como lo había hecho millones de veces en mis sueños de campeón. Aseguran los que me vieron competir aquel día que nunca me vieron hacerlo de esa manera. Que mi estilo, entrega y estrategia fueron todo un descubrimiento del arte de nadar.
No tenía ni idea si aquellos elogios hacían justicia con lo ocurrido. ¿Quién era yo para juzgarlo? y la verdad, apenas me importaba. Sencillamente nadé como se debe nadar, sin un pensamiento negativo, tan solo con mi propia ilusión en lo que estaba haciendo y un solo objetivo, evadirme del entorno y dejarme llevar por el simple placer de competir
Era mi día y estaba allí para disfrutarlo
Un guiño especial para aquellos nadadores, sin importar su nivel, que hacen del corazón el lugar donde habiten los sueños, que logran con su coraje hacer realidad lo que parece imposible y, que a pesar de carecer de las cualidades óptimas para alcanzar triunfos destacados, son capaces de aprovechar sus virtudes y perseverar en sus intenciones, para alcanzar al menos su minuto de gloria.
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